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La caída del Sacro Imperio Romano Germánico – (I) – La angustia

22 enero, 2024

El padre de grandes compositores

Haydn nació en el corazón del Sacro Imperio Romano Germánico en un villorrio (hoy austríaco) llamado Rohrau, veintiocho años antes de la muerte de Bach. Luego de una infancia de pobreza profunda, pero con un aprendizaje musical más que normal, fue expulsado del coro en el que trabajaba pues su voz –a los diecisiete años– ya no daba para mucho.

Joseph Haydn era de baja estatura y bastante feo, pero amable, humilde y muy laborioso. Así, aprendió él solo la técnica del contrapunto, con las obras del hijo de Bach, de tal manera que adquirió la destreza musical suficiente para convertirse, justo cuando Bach murió (en 1750), en un compositor de renombre y a sueldo de prestigiosas y cultas familias de la nobleza del Sacro Imperio Romano Germánico.

No sólo eso, sino que fue un auténtico artista subjetivo pues su arte tuvo su fuente en su personalidad; su trabajo fue muy original con respecto a la época en la que vivió. Debido a su lejanía de Viena, la capital del Sacrum Romanum Imperium (cuando vivió en Eszterháza) se planteó a sí mismo en oposición a su época y originó nuevas formas de expresión musicales.

Por el contrario (parafraseando a Schweitzer), Bach perteneció al “orden de los artistas objetivos”. Bach perteneció completamente a su propio tiempo, y trabajó sólo con las formas y las ideas que su época le proveyó. No ejerció crítica alguna a los medios que la expresión artística puso en sus manos y no sintió compulsión interna a abrir nuevos senderos… No fue él el que vivió, sino que fue el espíritu de su tiempo el que vivió en él… Curiosamente, esa actitud lo hizo lo que fue: el mejor.

En contraposición a lo anterior, Haydn, a pesar de ser su «hijo», fue el asesino definitivo del contrapunto, creando un estilo que hoy se llama clásico con propiedad y al que pertenecieron (pues fueron sus alumnos) Mozart y Beethoven.

Fue, digámoslo así, el padre de la música clásica (en contraposición a la barroca y a Bach) y el inventor de lo que hoy conocemos como “sinfonía”. Sin Haydn, seguramente nos hubiésemos perdido de Mozart y Beethoven (quienes, por cierto, superaron a su excelente maestro).

Ya llegada su vejez –después de haber sido el autor más prolífico de la historia (más de 100 sinfonías)– Haydn enfermó mucho, pero en esa época compuso –de hecho– sus mejores obras

Turbulencias sanguinarias

Esos tiempos de la vejez de Haydn fueron testigos de grandes monstruosidades de cuya envergadura –en estos tiempos y lugares de «suavesitidad»– difícilmente podemos hacernos idea precisa.

Justo al lado del Sacro Imperio Romano Germánico, en Francia, hubo ciertos sujetos –Epulones, la mayoría– que de pronto se hicieron la pregunta: “¿Y por qué otros MANDAN y no yo?”.

La vida antes de Haydn (L’ Ancien Régime) era ciertamente ordenada: uno era lo que había sido su papá. Si el papá de uno era comerciante, uno era educado –y ejercía toda su vida– como comerciante. Si el papá era noble (los que gobernaban), uno era educado –y ejercía toda su vida– como noble. Si el papá era agricultor, uno era educado –y ejercía toda su vida– como agricultor. Simple… y efectivo…

…al menos durante casi mil años.

De pronto los comerciantes franceses, beneficiarios del botín de la Gloire Française llegaron a tener más dinero que los nobles mismos y se preguntaron: “¿Por qué no puedo mandar yo igual que esos arrogantes y pobretones nobles?”. Y (curioso: igual que Haydn) iniciaron una revolución. Pero no una revolución musical, sino una cruel y sangrienta como pocas ha habido en la historia. Se armaron de un artefacto llamado guillotina y empezaron a cortar cabezas como endemoniados.

En nombre de la “libertad, igualdad y la fraternidad” llevaron a cabo el primer genocidio de la historia moderna en la Vendée, masacraron a cañonazos a civiles en las calles y guillotinaron a quien se les ponía enfrente, luchando contra la monarquía y la Iglesia Católica… y contra cualquier “sospechoso”. Veinte mil asesinatos políticos en solo un año en su momento más negro.

A esa “gracia” hoy se le llama “Revolución Francesa” y se le “celebra” todos los 14 de julio.

La Grande Terreur y sus jóvenes guerreros

Era un problema francés que no debía inquietar a nadie –podría argüirse–. Uno de los problemas fue que asesinaron a su Reina María Antonieta (a la sazón prima del Sacro Emperador Romano Germánico), la Convención francesa declaró su intención de exportar a toda Europa sus tropelías sangrientas y –por si eso fuera poco– declararon la guerra al Imperio el 20 de abril de 1792.

En esas condiciones, la guerra era –obviamente– inevitable, y Europa entera olvidó sus diferencias para defenderse de esa hidra asesina revolucionaria francesa.

Sin entrar en detalles, hemos de decir que los revolucionarios franceses –en poco tiempo– hicieron morder el polvo a los ejércitos de la nobleza europea. Los grados militares en la Europa del Ancien Régime eran dados por herencia (o en algunos casos eran comprados como objeto de estatus social), por lo que no era raro que un capitán prusiano fuera un condecito perfumado más acostumbrado a los bailes de salón que a la rudas labores bélicas. Por el contrario, la banda de asesinos de la Convención revolucionaria había disuelto el antiguo ejército francés y procedió a desarrollar hasta sus extremos actuales el “servicio militar obligatorio”, horror que no había existido en Occidente en más de mil años, luego de abolida que fue la esclavitud entre cristianos. En nombre de la igualdad y la fraternidad y otros disneylandias ideológicos, y con la guillotina como motivación, forzaron a muchedumbres a convertirse en mercenarios gratuitos a las órdenes del cruento y bestial régimen.

Esto tuvo como resultado que sus cuadros medios y superiores militares fueran destacando por sus habilidades guerreras y no por su ascendiente aristocrático, por lo que pronto la plana mayor de la feroz revolución estaba integrada por capaces y jóvenes guerreros más intrépidos que la osadía misma.

Ejemplos sobran, he aquí un par: el general Hoche, hijo de un criado que cuidaba caballos, puso a parir enanos a las tropas británicas y venció una y otra vez a los austríacos al mismo tiempo que masacraba, sin tocarse el hígado, a sus compatriotas. El general Pichegru, hijo de campesinos, genocida y “héroe de la revolución” llevó a sus ejércitos victoriosos hasta la ciudad de Mannheim en el corazón de Alemania.

Los anquilosados ejércitos del Antiguo Régimen no podían enfrentar a esa maquinaria de “guerra total” que ignoraba los más elementales códigos de caballerosidad bélica.

El turbador aventurero

Entre estos jóvenes temerarios guerreros revolucionarios destacaba uno: el general Bonaparte, intrigante, criminal y codicioso sujeto que asombró al mundo con sus osadas tácticas militares (chiquitín, igual que Haydn, pero nada humilde). En cuestión de meses, Bonaparte -a sus 27 años– derrotó sucesivamente a cinco ejércitos imperiales expulsándolos del norte de Italia.

Y destacaba Bonaparte por sobre sus otros genocidas colegas pues en su cabecita ambiciosa germinaban pensamientos dignos de Pinky y Cerebro. Aunque nos cause risa, quería “conquistar el mundo”. A sus contemporáneos también les daba tentación de carcajearse de semejantes delirios, pero al ser derrotados una y otra vez en el campo de batalla por Bonaparte, se les quitaba las ganas de reir. El aventurero hablaba en serio…

En 1798, luego de haber humillado al poderío militar Imperial, Bonaparte se embarca –para demostrar que su osadía, pensamiento estratégico y ambición no conocían límites– hacia Egipto. Pretendía estrangular a los Británicos cortando sus comunicaciones con la India. En cuestión de meses conquistó Egipto, Tierra Santa y Siria.

El único enemigo de la Revolución sanguinaria que estaba en pie (Inglaterra) estaba al borde del precipicio. Europa entera –literalmente– temblaba y rezaba.

Tiempos de consternación

Joseph Haydn (nuestro compositor de hoy), ayudó a sus compatriotas a rezar. Mientras Bonaparte, en el Medio Oriente, aniquilaba a los ingleses, Haydn compuso una misa a la que llamó –a tono con el ambiente reinante– “Misa para tiempos de consternación” o “Missa in angustiis”.

La composición completa está inficionada de aflicción y pesadumbre rayanas con el terror. Los coros –al clamar: ¡Kyrie Eleison! ¡Señor ten piedad de nosotros!– deja en nuestros oídos y en nuestro espíritu el claro sabor de la congoja supina.

La Missa in Angustiis fue estrenada el 1º de agosto de 1798 en la Catedral de San Esteban en Viena. El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Francisco II, la flor y nata de la nobleza austríaca y una muchedumbre vienesa abarrotaban el templo. No habían llegado a escuchar una obra de arte, estaban allí para rezar bajo la batuta del viejo Haydn.

La segunda Batalla del Nilo


Inglaterra no se quedó –por supuesto– de brazos cruzados mientras Bonaparte ahorcaba sus comunicaciones comerciales con la India y conquistaba al Imperio Otomano en el Oriente. Encargó a su mejor almirante naval, Lord Horatio Nelson, la tarea de acabar con la flota marítima de ese peligroso aventurero.

Lord Nelson, a bordo del HMS Vanguard con 74 cañones y 13 navíos de guerra más, se dirigió a la desembocadura del Nilo en donde estaba estacionada la flota de guerra de Bonaparte. Ésta estaba comandada por el almirante revolucionario François Paul de Brueys d’Aigalliers quien, desde su barco L’Orient y sus ciento veinte cañones, esperaba a los británicos.

El 1º de agosto de 1798 las dos flotas se tuvieron a la vista. Simultáneamente los vieneses, dirigidos por Joseph Haydn y los legados papales que celebraban la Misa en el corazón del milenario Sacro Imperio Romano Germánico, pedían clemencia al cielo y una victoria para Lord Horatio Nelson.

Ya hablamos sobre la primera Batalla del Nilo en donde Ramsés III venció a los bárbaros Pueblos del Mar en angustioso combate. Ahora, tres mil años después, se disparaba el primer cañonazo en la Segunda Batalla del Nilo: Lord Nelson y la civilización en contra de los revolucionarios marinos del aventurero Bonaparte. La batalla comenzó

[Escuchen, de principio a fin, por favor, esta magnífica e impresionante pieza y después sigan leyendo, el relato continúa después del vídeo] .

 



Después de una tormenta de fuego que duró toda la tarde y después de dos mil muertos, al final de la noche, a las nueve y media para ser precisos, L’Orient –el buque insignia revolucionario– comenzó a arder. Herido gravemente, el almirante francés –cuando se le pidió evacuar el navío para recibir atención médica– dijo: “Un almirante francés debe morir en su puesto de guerra”.

L’Orient explotó con su almirante a bordo. El triunfo sonreía, por primera vez, a los adversarios de la revolución. Europa, Gran Bretaña… Lord Nelson ganó y –enterado que fue de la noticia– el Viejo Continente explotó en algarabías.

Los estertores del mundo antiguo

Fue una alegría precoz y excesivamente optimista. Bonaparte seguía vivo en tierra y quedaba por vivirse lo peor. Mil brutales batallas estaban por venir.

Dos años más tarde, Lord Nelson visitó Viena, unos años antes de la batalla final, y asistió a la ejecución de la Missa in Angustiis que se había cantado pidiendo por su victoria. Ya para ese entonces la obra era conocida como la Misa de Lord Nelson.

No puede decirse que luego de la Batalla del Nilo, el Sacro Imperio Romano Germánico haya respirado en paz, pero el triunfo británico le dio ocho años más de vida («Delay is life»). Bonaparte, el aventurero rapaz, todavía pretendía ser el “espíritu del mundo” y se enfrentaría, al final, con el Heiliges Römisches Reich en el frío Austerlitz.

Continuará…

 

 

12 comentarios leave one →
  1. 9 agosto, 2008 9:24 PM

    Siempre habia escuchado de poetas y escritores, que, aun los diarios son buenos porque ponen a la gente a leer.Bueno… yo digo que los blogs estan en eso… y La Terminal, aun màs.Estuve prendido leyendo tu post… hasta que llegue a tu disclaimer.Me pregunto.. este es un ensayo de JC? Porque esta buenisimo y me gustaria saber mas sobre algo que todo mundo se pregunta… que pasó con el imperio romano?Seguire tu consejo… y seguire leyendote.Un saludo!

  2. 9 agosto, 2008 9:54 PM

    Hola Mogul amigo!»… y La Terminal, aun màs…»Gracias Mogul por visitarme. Creí que sólo yo leía mis artículos… Gracias por las flores, dicen más de la calidad de persona que sos (por eso tu blog es de mis preferidos) que de este intermitente blog.»…Estuve prendido (…) hasta que llegue a tu disclaimer…»Jajajajajajajaajaja… lo puse por virguear. En realidad es modo de decir que sólo son mis opiniones y que no hay que tomarse las cosas tan en serio, aunque sean serias. Efectivamente es -digámoslo como tú lo dices– una especie de ensayo personal sobre cómo veo y vaoro esos acontecimientos.Yo preferiría verlo como el modo en el que yo respondería a un amigo –en medio de una beba claro está– a la pregunta: «Hey vos… ¿Quiondas con la Misa esa de las angustias de Haydn?»»…que pasó con el imperio romano?…»Supongo que te refieres al imperio romano diadeveras, el que tuvo como capital Roma y fue finalmente disuelto en el 476 despues de Cristo. Si ese es el caso, tendré que preparar una serie de posts y varias botellas de whisky pa’ que hablemos sobre el tema…Si te refieres a su heredero, el Sacro Imperio Romano Germánico, que es del que hablamos en esta ocasión… no te pierdas el próximo capítulo… a la misma hora y en el mismo canal…Saludos amigo.

  3. 10 agosto, 2008 1:02 AM

    (…)»pues en su cabecita ambiciosa germinaban pensamientos dignos de Pinky y Cerebro.»(…)JajajajajajajajajajaEste artículo está más que interesante JC, menos mal que no solo yo me quedé picado ^^. Espero pendiente la segunda parte..Lo que más me ha intrigado de tu ensayo personal es cómo mostras el vínculo que se desarrolla entre la historia y la música (evidentes pasiones tuyas). Es fenomenal cómo la segunda refleja a la primera.Bueno, esperamos la otra parte, (y por supuesto los posts del Imperio romano diadeveras).Saludos don JC!

  4. 10 agosto, 2008 7:45 AM

    Bárbara maestro, este tipo de artículos son los que más me gustan de La Terminal, y son los que más extrañaba en estos días aciagos en los que tenía ciertos problemas para accesar al blog.Felicitaciones y saludos

  5. 10 agosto, 2008 11:31 AM

    @Carlos Trio:Jajajajajaj Es que era un auténtico «Cerebro»… sin su sensibilidad»…Espero pendiente la segunda parte…»Ojalá pueda hacerla el siguiente finde»…es fenomenal cómo la segunda refleja a la primera…»Efectivamente yo también creo que es apasionante»… los posts del Imperio romano diadeveras…»Encontraremos el espacio, Carlos.Saludos Carlos!_______________________________________________@Alberto:Gracias, me alegra que te gusten. No dejes de dejarnos tus comments. Gracias por venir Alberto!

  6. 9 febrero, 2009 1:26 PM

    Excelente Articulo JC pero creo que es injusto hablar de la revolución francesa y de sus multiples genocidios sin mensionar al artifice de ellos Maximilien Robespierre ya que el fue el que creo el llamado Reinado del Terror, en lo personal creo que aunque la revolución fue vendida con fines de igualdad y bla blabla, creo que fueron deformada o utilizada por tipos como Maximilien que secuestraron el poder. Pero de historia poco puedo hablar talvez vos nos podes ilustrar más al respecto

  7. 10 febrero, 2009 5:51 AM

    Cada cosa tiene su contexto.Felicitaciones JC. Es usted una persona admirable.Saludos

  8. 14 febrero, 2009 9:33 AM

    Eres un crack JC.Por cierto la Anunciación (que es la Encarnación desde el punto de vista de la Virgen María) se celebra el 25 de marzo… Espero que haya algo ese día :)

  9. 16 febrero, 2009 2:02 PM

    @Wirwin:Creo que la Revolución francesa fue el resultado de un conjunto de esfuerzos más o menos homogéneos impulsados por muchos sujetos como Robespierre. Éste (Robespierre) no era el único, pero seguramente fue de los más memorables, en eso último tienes razón. Probablemente no lo mencioné (no fue adrede) porque existe el riesgo de reducir a la Revolución Francesa a la existencia de ese despreciable sujeto y yo creo que sin él, la Revolución Francesa habría sido lo mismo (su presencia o liderazgo habría sido sustituidos fácilmente por Danton o Marat).Por lo mismo, no creo que la Revolución haya sido “deformada” por Robespierre y compañía, sino más bien éstos hicieron uso de los “ideales revolucionarios” llevándolos a sus lógicas y últimas consecuencias. La ingeniería social y el ideal de acabar con la religión como expresión cultural (que entre otras cosas eso era la Revolución Francesa) conduce NECESARIAMENTE a la violencia. No se necesitaba a un psycho como Robespierre para eso…Bueno… eso creo yo.Saludos Wirwin, Gracias por venir_________________________________________________@Leo SolórzanoGracias Leo por venir, leer y comentar: eres muy amable._________________________________________________@AMDGJajajaja Gracias, AMDG. Gracias por recordármelo, habrá algo, tenlo por seguro.Saludos

  10. 22 enero, 2019 11:04 PM

    envidia de blog que predispone a las personas a leer sin complejos ni excusas magnificas exposiciones de la cultura para ejercitar los enlaces sinápticos de la mente y no se oxiden por el envejecimiento de la edad como en mi caso con 75 años me despierta la curiosidad del saber aunque mi inclinación sea por las ciencias , siendo tus temas muy interesantes , aportan por estas razones mas que la prensa ordinaria del cotidiano dia y dan sentido y alegria a la vida

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